De anoche... sólo recuerdo que quedé tendido en mi cama, con las lágrimas ya secas en mi rostro, con la misma ropa de la mañana, con las manos olorosas a cigarro, con el dulce sabor del vino en mi paladar, y con la todavía sensación, de un intenso dolor.
La luna tímidamente irrumpía mi cuarto brindándome luz, esa luz color azul, por causa de mis cortinas. Apenas lo pensé me levanté, cogí unas zapatillas, su polera... y me fui. Caminé sin rumbo, sin sentido, con la mirada al frente y sin desvíos. Sutilmente la lluvia disimulaba las lagrimas al caer en mi rostro, y el sonido estruendoso al chocar con el charco estuvo acorde con mi gemidos.
Al notar en ese instante mi total soledad, una sombra se cruzó en mi camino, era de silueta delgada, que en primera instancia me atemorizó. La criatura se quedó parada en frente mio, me acerqué poco a poco y pude distinguirlo: sus pupilas dilatadas, su cola retorcida, su pelaje negro, y sólo el colgante que llevaba en el pecho con un dije de corazón me hacía no perderlo entre la oscuridad.
Era un gato decidido a no dejarme a avanzar por alguna razón. Me incliné y me agaché de cuclillas, él dio un paso adelante y yo retrocedí intempestivamente; era exagerado de mi parte tenerle temor por lo que nuevamente di un paso adelante y él otro más y nos quedamos mirándonos.
Lo de esa noche tal vez fue un real sueño porque puedo asegurar que ese gato me habló.
"Sé que estás pensando que te encuentras muy solo esta noche, pero fíjate bien en tu alderredor y observa que yo también estoy aquí..."