Hoy empieza mi año, tras un 2016 intermitente y un comienzo 2017 confuso.
Ayer 11 de marzo era una fecha especial, sí era, porque hoy no es más que un bonito recuerdo. Hasta ayer esperé en vano, tras altibajos, desvelos, pensamientos y recuerdos. Comprendí que no podía continuar así: era inhumano, masoquista y definitivamente insano. Por ello, ayer decidí dar mis últimos pasos al pasado entre una despedida importante y echar al tacho recuerdos, opté por mi bienestar.
Hoy me limpio del pasado sin vergüenza, porque reconocer que sufrí y rogué no es ninguna razón de tenerme pena, por eso mis lamentos escritos no pienso eliminarlos ni literal ni emocionalmente. Fue un aprendizaje, experiencia que debía vivir alguna vez para entender que hay ciertas cosas que no son correctas.
Hoy reconozco mis errores y me perdono, porque también pedí perdones y no puedo cambiar lo hecho y deshecho, finalmente no soy perfecta. La culpa era una carga demasiado pesada que debí arrojar para continuar con mi vida, entendiendo que ser egoísta no es siempre la mejor respuesta.
Hoy entendí que la única solución de mi depresión es seguir amándome, seguir proyectándome, seguir mis metas, seguir mis intereses, seguir creciendo, seguir mi esencia, seguir mejorando, seguir.
Hoy deseo que con el tiempo entienda todo lo sucedido; siempre creí que en la vida sólo amabas una vez y que si no te amaban eso no podía ser considerado amor. A su vez, consideraba que el amor era para siempre y que si no era así esa persona nunca te amó de verdad. Obviamente ya no tengo idea de que pensar y dejos mis sentimientos a cargo del tiempo.
Hoy empiezo mi proceso. Decidí regresar a escribir porque es una afición que, inicié gracias al desempleo y hoy por hoy es nuevamente una excusa para retomarlo. Escribir aquí me hace bien y no necesariamente debe existir alguien que me lea, escribo porque es una manera de desahogarme y purificarme.
Hoy me permito soñar, ilusionarme, imaginar positivamente. También merezco ser feliz.