Heme aquí, en un retroceso mental llámese recordar:
Era un típico lunes de salidas nocturnas del instituto, mi chico estaba conmigo. Estuvimos caminando mientras esperábamos el bus pasar, pasábamos de paradero en paradero mientras nuestros rostros se mojaban; estaba lloviznando. El tenía frío andaba con sólo su camisa, yo en cambio le ofrecí mi chalina.
La rutina de los lunes es tomar dos buses antes de mi destino final. Es así que al estar a medio camino de mi casa, se nos ideó comer... claro que no pasó, preferimos hacer compras y cocinarnos.
Ya era muy tarde y mi sitio aún mas peligroso, pero yo estaba con mi chico. Aunque muy traumada (por un previo robo fichado en mi vida) pudiera yo estar, él tenía siempre la misma frase "nada malo va a pasar, estás conmigo, yo te cuido".
Es así que llegamos a la parada final, y emprendimos la caminata. Frente a nosotros se ubicaba un perro negro, mediano tamaño, se veía mansita, aseguro sexo por portar una ropita de color rosada. En mi afán de bromear y no relucir el miedo, poco, pero miedo a fin de cuentas lo llamé con intención de que nos hiciera guardia. Aparentemente su dueño se ubicaba cerca, pero mientras caminabamos, el perro nos seguía. Seguíamos caminando y el perro nos estaba haciendo compañía.
Se dice que en las noches los gatos son libres, es lo bonito de andar en la calle a altas horas de las noches; salen todos. Uno en particular llamó mi atención a simple vista era idéntico al gato que se fue (mi tito) pero al observar mejor sus detalles, es decir, sus manchas... no era él. Pero tengo la idea de que sigue vivo y nadie aún le ha hecho daño "él está bien".
Era momento de voltear la esquina y ya hubiera sido raro que el perro también lo hiciera pero... ¡así fue! Me resultó muy curioso que nos acompañara, fue como si nos protegiera, como si supiera que algo malo podía pasar y que resultaba mejor que viniera con nosotros. Fue extraño.
Nosotros paramos, el perro siguió andando. Y yo aún extrañada por tan curioso perro.