[…]Me
incliné y lo cogí, lo guardé y sentada aguardé.
Aguardé sentada,
echada, en cuclillas, de rodillas, boca abajo, boca arriba durante un tiempo.
Dormía en
los días y despertaba en las noches.
Amabas las
noches, regresarías una noche, cuando la oscuridad te vistiera y las tinieblas
te escondieran.
A lo lejos escuchaba
maullidos pero temía perderme en el sombrío.
Cuando decidí
levantarme sentí que te frotaste en mis piernas, rápidamente bajé la mirada, me
incliné, me viste, te hablé, bufaste y volviste a irte.
Eres un gato,
con quien las conversaciones quedaron en el olvido.
Eres un
gato, con quien los sentimientos se perdieron.
Eres un
gato, con quien la sinceridad sólo quedo en anhelo.
Eres un
gato, con quien el egoísmo prevaleció.
Eres un
gato, con quien el cariño fue efímero.
Eres un
gato, que dilató la despedida.
Eres un gato
¿Qué esperaba de un gato? Sé muy bien que los gatos con el pasar de los años, se van, se les bifurca la cola y tienen poderes sobrenaturales.
Tras pensar en
alto y hablar conmigo, sentí una gota caer en mi rostro.
Seguía
oscuro el panorama, aún la luna en mi cabeza y el viento más fuerte me empujaba
a caminar en su contra.
Guardé mis
manos en los bolsillos y noté el colgante de corazón que habías dejado, que
había encontrado.
“He decidido
seguir caminando para mi, con un corazón colgado en mi cuello” – me dije-.