"Nací felino y soy muy terco en mi camino. Soy un gato y al que no le guste que no mire más, que hay ciertas cosas que yo no puedo cambiar. Y al que no le guste mi color, mi forma de maullar, hay mil rincones donde se puede mirar. Soy un gato, tuve suerte, de no ser un ser humano de esos que sólo hacen daño".

jueves, 14 de enero de 2010

¡Cómo lo odio!


Espero algún día él pueda ubicar mi blog y leer, cuánto lo detesto, porque es cierto lo odio, y tanto que no me arrepiento de escribir estas líneas.

¿Por qué serás así? Hay momentos en que trato de entenderte, pero tu poca tolerancia, tu necedad, tu afán por gritar, me deja en las lágrimas. En realidad, no sé porque lloro cada vez que tu me gritas, no se si, soy una niña que le duele que le grites, o si es porque siento una impotencia al recibir tus más fuertes gritos y no poder decirte nada.

Recuerdo que, en el colegio, en mis años 12, en mis tareas de razonamiento matemático, tú eras mi profesor particular. Yo soy buena en matemáticas, pero los cálculos mentales me son difíciles, y poder darte una respuesta inmediata, era poco posible. Me echaba a llorar, al no poder responderte y eso te hacía enfurecer, no podías aguantar el mal humor que eso te daba; y darte cuenta que, gritar me hacía romper en llanto, no evitaba que tú siguieras. Hasta que resolvía de forma algo rápida el ejercicio y me repetías "ves, por eso lloras", y me mandabas a lavar mi cara, para seguir con las lecciones.

Recuerdo como me hacías dormir contigo en el sofá; mientas tú dormías, yo te observaba.

Hay muchas razones por las que tú y yo formamos distancias, pero la más importante: es que yo crecí, y empecé a ver las cosas desde otra perspectiva, eso incluía sentirme tu juez. Mientras crecía caímos en debates y eso implicaba decidir que debía estudiar, lo que me mantendría por el resto de la vida, y tú no estabas de acuerdo con mis sueños de esa época.

Como toda adolescente, furiosa por la vida que llevaba, esa persona juvenil que sentía que nadie la quería, que nadie la estimaba, que no valía nada y que incluso llegó a pensar e idear suicidarse; recuerdo, que siempre te mencionaba como el ser que más odio, en varias conversaciones, con amigos, amigas, etc.; te dejaba en el papel de "malo", aun sintiendo que te quería. Sólo algunos percibían lo mal que me hacías sentir, otros lo entendían y pedían que te comprenda, pero ya no puedo ¿sabes?

Agradezco las llamadas cuando estás tomado, y me dices: "te quiero". Dicen por ahí que los borrachos y los niños no mienten. Así que ¿te creo? Hay niños que mienten...

No nos vemos nada seguido, y ahora se ha reducido mucho más, esas 2 veces cada 2 meses o más, siempre hay un pretexto para poderte pelear conmigo. Soy la patética que contaba los días en que no nos veíamos, y cuando se encontraba contigo sutilmente dejaba a relucir, que cuento los días para verte porque te extrañaba.

Nunca olvidaré que mencionaste, que no tenías porque seguir ayudandome(manteniéndome) porque ya tenía 18 años. Jamás me sentí tan poca cosa, tan excluida. Yo no creí que era una carga, de la que esperaste 18 años para librarte. Sé que ahora otras personas son tu prioridad, y ahora es lo que te importa. Pero decirme eso fue otra letra equivocada en el juego del ahorcado (que forzada metáfora).

Debo decir, que hace poco me llamabas, sin motivo importante alguno, sólo para preguntar cómo estoy, eso me hacía la persona más feliz del mundo, aunque confieso que pensaba que morirías o estabas enfermo y estabas reinvindicandote con las personas. Pero la última vez que nos vimos, al día de tu llamada, discutiste conmigo, -bueno, mejor dicho me gritaste porque para discutir se necesita dos personas-. Y ahora me estuviste llamando para decirme que en unas dos semanas me ibas a decir para ir a visitarte.

Ayer una llamada me hizo pisar suelo de nuevo, la forma en que me gritabas por motivos realmente estúpidos, me hizo pensar que ¡no has mejorado nada! sigues siendo el mismo niño con corbata que se cree superior a los demás, a quien es fácil irritar, molestar, sacar de quicio; porque eres así Padre, alguien que no madura, y que no pretende mejorar, porque ya me di cuenta padre, que no hace falta más mis intenciones, he tragado muchas cosas porque hablarte directamente sin llorar me es imposible, pero he decido algo, ya no necesitas más esta hija... y ésta no necesita más de ti.